El Espectáculo

La puesta en escena plantea una estética desnuda. El actor-personaje con su tierra y sus recuerdos frente al espectador.

Los elementos escenográficos y el vestuario configuran el paisaje externo: una realidad destruida, ecléctica, de lucha por la propia supervivencia. Pero también se nos asoma al mundo interior del protagonista. Los matices de la iluminación recrean el universo íntimo de este hombre, en el que se enfrentan la violencia y la ternura.

Dos pilares fundamentales de la propuesta son la incorporación de audiovisuales y la música.

El documentalista John Dickie se ha encargado de nutrir el monólogo de imágenes reales. Las grabaciones han sido rodadas en Super 8 en diferentes partes del mundo (Sudáfrica, México, España, Grecia) y definen las vivencias del protagonista.

La composición musical, por su parte, recoge la locura y los recuerdos traumáticos que resuenan en la cabeza del personaje, pero también los ecos de la tierra. El resultado es una banda sonora, creada por Mar Barea y Jaime Serradilla, que transita de los sonidos agresivos al empleo de la voz humana, a modo de transmisión oral de la historia. Se han utilizado instrumentos tradicionales de diversas culturas, como el acordeón, el clarinete, el koto, la kalimba, secciones de viento, secciones de cuerda, guitarra y percusiones diversas, y se han mezclado con sonidos electrónicos, bases programadas y sintetizadores.

Estreno: 20 de enero de 2012 en el Teatro Alhambra (Granada).

Duración: 55 minutos.

         

Referencias

“El vagabundo de Un horizonte amarillo en los ojos es sobre todo una criatura alegórica, en la que el destino no es individual, sino paradigmático de un colectivo culpable de la peor de las barbaries, que comienza por el rechazo radical de algunos de sus miembros. El peligro contra el que lucha es entonces la crueldad que destila una sociedad sin ley.” (Emmanuelle Garnier, Les dramaturges femmes dans l’Espagne contemporaine, L’Harmattan, París, 2011)

“En Un horizonte amarillo en los ojos el motivo del delirio utópico se retoma para tratar de nuevo el problema de la identidad. Este concepto está asociado al paraíso perdido, a la permanencia, a la “tierra” como base de la estabilidad humana.” (Monique Martínez, “La esquizohumanidad en la obra de Gracia Morales”, Lansman Editores, 2007)

“La pieza funciona sobre el dispositivo de la retención de información y propone un recorrido dialéctico, un pasaje desde la ignorancia a la revelación, del fragmentarismo a la unidad y de lo enigmático a lo simbólico.” (Anne-Claire Paillissé, “De la ausencia de comunicación a la esperanza de la transmisión: los personajes “deseantes” de Gracia Morales”, Presses Universitaries du Mirail, Toulouse, 2010).